Mary Beth Coudal
23 de abril, 2013 | Comentario
De modo que, algunos cobardes quieren que yo tenga miedo. Pero yo no voy a caer en su trampa. No voy a abrazar el temor. Seguiré amando a la gente. Incluso seguiré amando al desconocido. Sólo porque algunos quieren que esté asustada, no significa que tendré que estarlo.
El miedo es contagioso, pero también lo es la bondad y la esperanza. A veces la esperanza es una montaña difícil de trepar, pero me gusta el desafío.
Sé cuán natural es contagiarse con el temor. Es algo muy humano. Podré sentir el miedo pero no dejaré que me envenene.
Ya pasé por esto. Después de 9/11, sentí ese miedo colectivo. En aquel tiempo, me levantaba en la mañana y me preguntaba si todo había sido sólo una pesadilla; o me quedaba en la cama deseando que los años pasen rápido, de tal forma que la tragedia fuese sólo un pequeño malestar y no un dolor profundo.
Y ahora, con las bombas de Boston, sentí otra vez ese dolor que envenena.
Con todo, no me someto al miedo. Al contrario, estoy aferrándome a esa esperanza instintiva de la gente que corrió a ayudar. Me estoy aferrando a los abrazos y llamadas de mis seres amados, que se buscan unos a otros para saber cómo están.
Siempre recuerdo las filas de gente que, durante 9/11, se extendían por cuadras para donar sangre para la Cruz Roja. Millones de personas querían ayudar, mucho más que los pocos que querían herir.
Como la creatividad, la sanidad es difícil. Toma un minuto destruir y años reconstruir. Pero yo quiero estar involucrada en reconstruir vidas, amores y esperanzas.
Vivo con un esposo que tiene una enfermedad crónica, de modo que vivo en miedo y preocupación. La enfermedad de Parkinson desafía a mi esposo. Afecta su postura, la forma que camina y mucho más. Pero tampoco dejaré que esa enfermedad me gane. No dejaré que esa inevitable trayectoria de declinación arruine mi esperanza y la de mi familia. No hoy día. Tengo esperanza que de las cenizas viene una nueva vida y una primavera inevitable.
Voy a abrazar a mis seres amados, voy a escribir, enseñar y tratar que mi pequeño rincón en este mundo sea mejor que lo que era antes. Eso es lo que hago hoy, y lo que haré mañana. Y me volveré a levantar y lo volveré hacer otra vez.
Porque el miedo no gana. El amor gana. En momentos de dolor, debemos conectarnos con nuestra familia, debemos hacer ejercicio, debemos comer y dormir bien, debemos seguir adelante.
23 de abril, 2013 | Comentario
El miedo es contagioso, pero también lo es la bondad y la esperanza. A veces la esperanza es una montaña difícil de trepar, pero me gusta el desafío.
Sé cuán natural es contagiarse con el temor. Es algo muy humano. Podré sentir el miedo pero no dejaré que me envenene.
Ya pasé por esto. Después de 9/11, sentí ese miedo colectivo. En aquel tiempo, me levantaba en la mañana y me preguntaba si todo había sido sólo una pesadilla; o me quedaba en la cama deseando que los años pasen rápido, de tal forma que la tragedia fuese sólo un pequeño malestar y no un dolor profundo.
Y ahora, con las bombas de Boston, sentí otra vez ese dolor que envenena.
Con todo, no me someto al miedo. Al contrario, estoy aferrándome a esa esperanza instintiva de la gente que corrió a ayudar. Me estoy aferrando a los abrazos y llamadas de mis seres amados, que se buscan unos a otros para saber cómo están.
Siempre recuerdo las filas de gente que, durante 9/11, se extendían por cuadras para donar sangre para la Cruz Roja. Millones de personas querían ayudar, mucho más que los pocos que querían herir.
Como la creatividad, la sanidad es difícil. Toma un minuto destruir y años reconstruir. Pero yo quiero estar involucrada en reconstruir vidas, amores y esperanzas.
Vivo con un esposo que tiene una enfermedad crónica, de modo que vivo en miedo y preocupación. La enfermedad de Parkinson desafía a mi esposo. Afecta su postura, la forma que camina y mucho más. Pero tampoco dejaré que esa enfermedad me gane. No dejaré que esa inevitable trayectoria de declinación arruine mi esperanza y la de mi familia. No hoy día. Tengo esperanza que de las cenizas viene una nueva vida y una primavera inevitable.
Voy a abrazar a mis seres amados, voy a escribir, enseñar y tratar que mi pequeño rincón en este mundo sea mejor que lo que era antes. Eso es lo que hago hoy, y lo que haré mañana. Y me volveré a levantar y lo volveré hacer otra vez.
Porque el miedo no gana. El amor gana. En momentos de dolor, debemos conectarnos con nuestra familia, debemos hacer ejercicio, debemos comer y dormir bien, debemos seguir adelante.