Claves:
La Iglesia Metodista de México A.R. está trabajando para ampliar el ministerio de servicio a los/as miles de migrantes que atraviesan el territorio mexicano, con el apoyo de otras iglesias e instituciones, incluyendo UMCOR (Comité Metodista Unido de Auxilio por sus siglas en inglés) y la Dirección de Ministerios Fronterizos de la Conferencia Anual de California-Pacífico (Cal-Pac) de La Iglesia Metodista Unida (IMU).
En una visita realizada en abril de este año a varios albergues e instituciones que prestan apoyo a las familias migrantes en el sur y el centro del país, un grupo de líderes pastorales y episcopales sostuvieron reuniones y entrevistas con representantes de varias instituciones, lideres de iglesias y familias inmigrantes en Ciudad de Hidalgo, Tapachula, Apaxco, Puebla y Apizaco.
El grupo estuvo integrado por los/as obispos/as Raquel Balbuena (Conferencia Anual Sureste) , Felipe Ruiz (Conferencia Anual del Noroeste – CANO); los pastores Isidro Martínez (Testimonio Cristiano), Arturo González (Acción Social) y Uziel Castañeda. Por parte de La Iglesia Metodista Unida estuvieron presentes el misionero Christian Shlick (UMCOR-GBGM), el Rev. Joel Hortiales (Director de Ministerios Fronterizos de la Conferencia Anual Cal-Pac), los/as pastores/as Rafael y Antonia Ríos (Conferencia Anual Cal-Pac) quienes trabajan con ministerios migratorios en la ciudad de Los Ángeles y un equipo de Noticias MU.
Caminando sobre las aguas
Buscando conocer de manera directa la ruta por la que muchos/as migrantes atraviesan el territorio mexicano y las diferentes realidades que confrontan, el grupo comenzó su recorrido en la frontera sur con Guatemala, específicamente en Ciudad Hidalgo. Allí se visitaron las instalaciones de inmigración en el Puente Internacional Rodolfo Robles Valverde y las riveras del Rio Suchiate donde pudieron compartir con migrantes, quienes atraviesan a diario, junto a compradores/as y mercancías de ambos países, sin pasar por los canales regulares de inmigración o aduanas.
La gente nada, camina o monta en balsas a través del río Suchiate, que forma parte de la frontera entre Guatemala y México, cerca de Ciudad Hidalgo. El concurrido cruce informal es utilizado tanto por migrantes como por personas que transportan carga comercial en ambas direcciones. Un viaje en una de las balsas suele costar entre 10 y 20 quetzales guatemaltecos, aproximadamente entre $1,25 y $2,50 USD. Foto de Mike DuBose, Noticias MU.
Entre 10 y 20 quetzales es el costo del traslado por balsa, aunque en la época de sequía el paso se puede hacer caminando por el bajo nivel del agua en esa zona. El estado de Chiapas tienen 960 kilómetros de frontera con Guatemala, 8 cruces formales y 56 informales. De acuerdo con datos publicados por lo medios de comunicación local, se calcula que más de 130 mil migrantes de diferentes países, ingresaron por estos cruces a territorio mexicano en 2021.
A lo largo del río se puede apreciar a simple vista el paso constante de mercancías y personas, entre ambos países. Estas embarcaciones improvisadas están hechas de la carcasa de goma de una llanta grande de tractor agrícola, sobre la que se adapta una pequeña plataforma de madera, que permite dar estabilidad y donde viajan personas y mercancías. Sobre ella los conductores navegan la embarcación moviéndola con una vara lo suficientemente grande como para llegar al fondo del río. Cuando el nivel del agua es bajo, se adapta una cuerda a la embarcación y a la cintura del conductor, y este la moviliza caminando dentro del agua.
Los bienes comerciales bordean la orilla del río Suchiate en Ciudad Tecun Uman, Guatemala, donde el río forma parte de la frontera entre Guatemala y México. El concurrido cruce informal es utilizado tanto por migrantes como por personas que transportan carga comercial. Foto de Mike DuBose, Noticias MU.
José, unos de los conductores de las balsas, explica que muchos de sus colegas rentan las balsas a un dueño, por ello las balsas tienen marcas pintadas que las identifican. En las noches, dice José, se intensifica el tráfico de mercancías: “se llegan a pasar hasta autos y camiones pequeños en la época en que el río aumenta su caudal. Algunas de estas balsas pueden soportar hasta 5 toneladas de mercancía”.
Una vez en la orilla, bien sea de México o de Guatemala, camiones, carretillas, camionetas y hasta motocicletas, recogen las mercancías y se internan en las poblaciones ribereñas, al igual que lo hacen los migrantes en su camino hacia el norte, por lo que Ciudad Hidalgo es un paso de estadía corta en esta travesía.
La inmensa mayoría que quienes vienen por esta ruta, se dirige a Tapachula donde la actividad económica, la infraestructura de la ciudad y las comunicaciones, facilitan el asentamiento de migrantes por períodos más prolongados, algunos/as se establecen permanentemente en el lugar, mientras otros/as encuentran ingresos económicos y ayudas logísticas para continuar el viaje.
Tapachula es la puerta
El grupo tuvo la oportunidad de reunirse con la Licda. Claudia Berenice Cruz Mérida, Directora de Inmigración y Política Internacional del Ayuntamiento de Tapachula, con el objeto de conocer mejor la realidad de la población migrante en esta localidad y explorar la forma en que la iglesia metodista mexicana, puede establecer conexiones con el gobierno local a fin de atender a las personas migrantes referidas por las autoridades, en los diferentes albergues e iglesias que mantienen ministerio de asistencia migratoria en otras regiones del país.
La Obispa Raquel Balbuena Osorio de la Iglesia Metodista de México A.R. (IMMAR) y el Rev. Joel Hortiales de la Conferencia Anual California-Pacífico de La Iglesia Metodista Unida (IMU) oran por la Licda. Claudia Verenice Cruz Mérida, abogada y Directora de Inmigración y Política Internacional del Ayuntamiento de Tapachula, México, luego de que ella describiera las abrumadoras necesidades de los miles de migrantes que cruzan la frontera desde Guatemala en su camino hacia el norte. Foto de Mike DuBose, Noticias MU.
A menos de 20 días de haber asumido el cargo en esa dirección, la Licda. Cruz Mérida describe cómo recibieron la primera caravana de inmigrantes en 2018, que trajo a territorio tapachulteco entre 6 mil y 7 mil migrantes de otros países: “A partir de esta experiencia se comenzó a el programa ‘Emergencia Social’ que es una iniciativa federal del gobierno de México, del cual hemos sido los/as pioneros/as en su aplicación a partir de julio de 2019. Es un programa humanitario que provee a la población migrante extranjera, recursos económicos a cambio de trabajo comunitario, a beneficio de la ciudad, en el mantenimiento de calles, parques, jardines, escuelas, bibliotecas y otras edificaciones de interés público. Al mismo, el programa provee servicios médicos, odontológicos, psicológicos, educacionales, deportivos, peluquería, veterinarios y de otras disciplinas, a las comunidades migrantes y a las comunidades locales más pobres de la ciudad.
Leticia, de Honduras, y Felipé, de Haití, limpian basura de las alcantarillas en Tapachula, México. El gobierno municipal paga un pequeño estipendio a los migrantes a cambio de su trabajo bajo el programa “Emergencia Social” el cual es una iniciativa federal del gobierno de México. Foto de Mike DuBose, Noticias MU.
Al igual que en otras regiones del país, la llegada de grandes cantidades de inmigrantes extranjeros ha levantado una reacción adversa en algunos sectores de la población local, quienes objetan la ayuda que reciben los/as migrantes, mientras se quejan de no recibir los mismos beneficios. De acuerdo con la Licda. Cruz Mérida: “Tapachula no estaba preparada para recibir un éxodo migratorio de esta magnitud, que a veces ha llegado intempestivamente. Sin embargo, podríamos decir que gracias al impacto mediático y la dinamización económica que ha traído este aumento ya estamos dejando de ser pueblo gracias a los/as migrantes”
“A pesar de que el ayuntamiento no cuenta con un presupuesto destinado a atender a migrantes, esto no ha sido un obstáculo para ayudarles. Para mí, esta ha sido una tarea bendecida por Dios. Nadie se imagina la cantidad de puertas se han abierto a nivel local, para encontrar la ayuda humanitaria necesaria, para poder hacer el trabajo. Cuando asumí este cargo me puse en manos de Dios para que pudiera conducirme en favor de los que mas necesitan”, dijo la Licda. Cruz Mérida.
“La migración - como dinámica social – vino para quedarse y en Tapachula somos la puerta de la migración, por ello nos toca trabajar en promover una migración segura, ordenada y regular. Por ello asesoramos legalmente, en coordinación con diferentes organizaciones sociales, iglesias, dependencias del ayuntamiento y del gobierno federal, a quienes llegan a diario a nuestras oficinas desde la madrugada, para encontrar apoyo a sus necesidades de alimento, documentación, recursos económicos, refugio, etc… Si me preguntan si la migración ha sido beneficiosa para la ciudad, tengo que decir que si, a pesar de algunas inconveniencias”.
Tapachula ha sido históricamente una tierra de paso, por donde han pasado miles de migrantes en los últimos años y que ha basado su desarrollo económico en la actividad agrícola y pecuaria, por la fertilidad de sus suelos y la riqueza natural que posee, tal como lo muestra este vitral ubicado en el edificio del ayuntamiento que se titula “Tapachula Tierra de Labor y Naturaleza pródiga, realizado por las artistas Elsa López Sánchez y Carmen Nettel Cancino en 1990. Foto Rev. Gustavo Vasquez, Noticias MU.
En su experiencia y el contacto con los migrantes a podido ver las poblaciones que más han llegado en los últimos 3 años, además de los centroamericanos que siempre han estado entrando, son personas de nacionalidad haitiana, cubana, venezolana, de otros países suramericanos y del continente africano.
De acuerdo con la Licda. Cruz Mérida las mayores necesidades, y al mismo tiempo oportunidades de servicio y ministerio, para ayudar a las comunidades migrantes en Tapachula son la habilitación de albergues, alimentación, atención de salud y oportunidades de trabajo: “Hasta 2021 la COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados/as) tenía registrada a más de 80 mil inmigrantes que habían ingresado por Tapachula. Pero esto es apenas una porción de un número mayor, que es difícil de calcular, porque muchos de los/as inmigrantes que llegan, no están registrados por la COMAR y se vuelven invisibles en su camino hasta llegar a la frontera norte”.
Las iglesias han sido de gran ayuda
Con respecto al papel que han venido desarrollando las iglesias en esta situación, Cruz Mérida señala que han sido de gran ayuda en la atención a la población migrante que llega a Tapachula Las iglesia han donado comida, han abierto sus templos, han acogido a migrantes en sus propias casa y les han ayudado en el proceso de inserción social.
Mientras seguían llegando migrantes de Haití y otros países, antes y durante la pandemia de COVID-19, en 2020 comenzaron a llegar de varios países africanos y se establecieron con tiendas improvisadas en espacios públicos. El ayuntamiento, dice la Lcda. Cruz Mérida, comenzó a convocar a las iglesias para ver cómo podían ayudar en medio del creciente número de personas que llegaban: “No fue fácil por los problemas de comunicación con la comunidad africana. Muchos venían del Congo y Angola, por lo que hablaban francés y portugués principalmente”. Bautistas, adventistas, presbiterianas, nazarenas y otras iglesias comenzaron a organizarse para asistirles
Migrantes haitianos/as celebran la resurrección de Jesús el domingo de Pascua en la Séptima Iglesia Bautista en Tapachula, México. Foto de Mike DuBose, Noticias MU.
El grupo tuvo la oportunidad conocer algunas de esas experiencias como en la Séptima Iglesia Bautista de Tapachula y la Segunda Iglesia de El Nazareno, donde pudieron entrevistar a familias migrantes haitianas, que han logrado conformar comunidades de fe y realizan cultos regulares con el auspicio de ministerios locales.
“Es una comunidad flotante; son pocos/as los/as que se quedan y se establecen en Tapachula, pero tengo que reconocer que son una comunidad muy trabajadora. Emprenden sus propios negocios y tienen una gran habilidad para rebuscarse a nivel económico. Una simple carretilla, puede constituir el inicio de un negocio, porque se movilizan por las calles aledañas a los mercados vendiendo productos agrícolas, hielo o cualquier mercancía de consumo general.
La Pastora María Marroquín, dirige la Segunda Iglesia de El Nazareno desde hace 6 años: “el ministerio con migrantes haitianos/as comenzó cuando llegó un joven a la iglesia buscando un sitio donde vivir; su nombre es Joelson. Le informamos de algunos sitios, vivió por un tiempo en una casa cercana al templo y comenzó a congregarse con nosotros/as. A partir de allí surgió la inquietud de ayudar a los/as migrantes haitianos/as que estaban en situación de calle y predicarles el evangelio”. Foto captura de video de Joey Butler, Noticias MU.
Cuando comenzó el ministerio con las familias haitianas, algunos/as estaban viviendo bajo los árboles en carpas improvisadas, por lo que comenzaron a visitarles y tener contacto. Ella les predicaba en español y Joelson lo traducía, a medida que fueron conociéndoles, comenzaron a asistir al culto regular de la iglesia, pero muchos no entendían por que la mayoría no hablaba español: “En la medida en que nos fuimos relacionando cada vez mas, comenzamos a realizar cultos especiales solo con ellos/as para que pudieran participar plenamente. Fue así como establecimos el culto dominical de 7 a 9 de la mañana en creole y a las 10 tenemos el culto en español”, cuenta la Pastora Marroquín.
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Como no tenían los recursos para movilizarse, se establecieron tres puntos de encuentro en la ciudad y se les proveía transporte cada domingo. Fue así como se fue consolidando el ministerio y ahora algunas familias ya son de las que se han asentado en la ciudad y mantienen una participación más regular.
De acuerdo con la percepción de la Pastora Marroquín, la iglesia representa para muchos/as un paréntesis, en medio de las limitaciones y condiciones de pobreza en las que viven diariamente, ya que pueden disfrutar en los servicios de un espacio amplio como el templo con abanicos, donde pueden sentarse en una silla con comodidad, recibir una comida caliente, ser servidos/as y atendidos/as, cantando, orando y compartiendo en su idioma: “es definitivamente un momento de alegría y agradecimiento”.
“Los domingos se comparten alimentos, lo que fue complicado al principio, ya que la congregación no tenía experiencia y preparábamos alimentos para unas 80 a 90 personas; pero, al hacerla a nuestro estilo muchos no la comían. No entendíamos que tienen una cultura gastronómica diferente y muchos/as hermanos/as se sintieron mal porque dejaban la comida o la tiraban. Poco a poco hemos ido entendiendo las diferencias y superando esos choques”, dijo Marroquín.
Para ella como pastora este ministerio ha sido un desafío: “porque nos ha mostrado el racismo y la xenofobia existente entre nosotros/as. Al principio fue difícil ver como hermanos/as de la iglesia se sentían incómodos con la presencia de las familias migrantes y pude presenciar como algunos/as se cambiaban de puesto si un/a inmigrante haitiano/a se les sentaba al lado; cosas por este estilo sucedían. Como pastora me sentía mal por ello, le decía al Señor en oración ‘al rechazar a su prójimo te están rechazando a ti’. Eso me frustraba, sentía que estaba fallando y comencé a predicar sobre el amor al prójimo, Jesús como inmigrante, el mandato bíblico de acoger al inmigrante, pero la congregación no lo captó”.
“Hablé con mi superintendente y me dijo abre dos cultos y eso va a ayudar a que todos se sientan bienvenidos/as. Aunque no estuvo totalmente de acuerdo, comenzamos a hacerlo de esta manera. Lo mismo hicimos con las comidas, la iglesia donaba los recursos y los alimentos y buscamos entre las familias haitianas mujeres que vinieran a cocinar y se acabó el problema”, dijo.
La iglesia les ayuda unos meses, mientras hacen el trámite de su permiso de estadía en México, ya que, al cruzar la frontera, normalmente lo hacen por el Río Suchiate a pie o en balsas. Muchos/as se entregan a migración para presentar un caso de asilo y recibir una visa humanitaria de un año de duración, mientras otros/as piden un permiso de estadía legal en el país que dura tres meses, mientras continúan su viaje a la frontera norte.
“Este ministerio ha impactado mi vida, no tengo palabras suficientes para expresar lo que ha significado para mí; el ver el estado de necesidad en que vienen, las dificultades y limitaciones que viven aquí. Muchas veces duermen, comen, cocinan y hacen todo en el piso, porque no tienen una silla para sentarse, por ejemplo; pero les puedes ver en el templo los domingos, con gozo y agradecimiento desbordante por lo han recibido; nos llenan de mucha esperanza. A pesar, también, del creciente rechazo que se dio en la ciudad por el impacto imprevisto de esta ola migratoria. Mucha gente se siente molesta por el colapso de algunos de los servicios públicos que ya tenían fallas para suplir a los habitantes local y que han empeorado con el aumento de la población migrantes, les tratan de manera despectiva, creando roces y choques a nivel social. Llegamos a tener entre 8 y 12 mil inmigrantes haitianos/as en un momento y no estábamos preparados para esto como sociedad”.
Un día antes de que el grupo abandonara Tapachula, hubo una manifestación publica de un grupo de migrantes haitianos/as que denunciaban abuso de autoridad y desplegaron barricadas y quemaron basura en las adyacencias del ayuntamiento en protesta por la presunta detención arbitraria de dos haitianos, según informaban medios locales.
(…/… continuará en una próxima entrega)
* El Rev. Gustavo Vasquez es el Director de Noticias Metodistas Unidas para la audiencia hispano-latina. Puede contactarle al (615)742-5155 o por el correo: [email protected]. Para leer más noticias metodistas unidas, ideas e inspiración para el ministerio suscríbase gratis a UMCOMtigo